Me voy a presentar: me llamo Margherita (como Margarita pero con “e”-como a menudo explico a los españoles que non entienden mi nombre), soy italiana y llevo aquí en Burgos dos meses. Estoy haciendo un proyecto de Servicio Voluntariado Europeo en la ONG Amycos y entre otras iniciativas de Burgos, también echo una mano en la Huerta Molinillo.
Antes de llegar aquí nunca había trabajado en una huerta, vivía en una ciudad y estaba acostumbrada a comprar la verdura en el supermercado.Cuando me dijeron que habría trabajo en una huerta, no sabía bien que pensar: por un lado tenía mucha curiosidad por conocer este proyecto y sobre todo por probar este tipo de trabajo, físico y en contacto con la naturaleza, pero por otro lado tenía un poco de temor, porque era algo totalmente nuevo para mí.
Ahora, después de dos meses todo es más familiar, además gracias a las enseñanzas de quienes allí trabajan con entusiasmo, estoy aprendiendo muchas cosas. Especialmente que del cansancio siempre sale algo bueno: es un placer ver cómo crecen las patatas o las cebollas después de que se ha quitado toda la mala hierba, ¡aunque te duelen las piernas y la espalda!
Lo que más me gusta de esta experiencia es ver la pasión de las personas que participan a este proyecto y que son como una gran familia. Está claro que no se trata solo de trabajo, sino que detrás hay una conciencia y ganas de hacer algo para promover una forma de producción y de consumo diferente, que sea más responsable, saludable, respetuosa con la naturaleza y que se centre más en las personas….
Antes de llegar aquí nunca había trabajado en una huerta, vivía en una ciudad y estaba acostumbrada a comprar la verdura en el supermercado.Cuando me dijeron que habría trabajo en una huerta, no sabía bien que pensar: por un lado tenía mucha curiosidad por conocer este proyecto y sobre todo por probar este tipo de trabajo, físico y en contacto con la naturaleza, pero por otro lado tenía un poco de temor, porque era algo totalmente nuevo para mí.
Ahora, después de dos meses todo es más familiar, además gracias a las enseñanzas de quienes allí trabajan con entusiasmo, estoy aprendiendo muchas cosas. Especialmente que del cansancio siempre sale algo bueno: es un placer ver cómo crecen las patatas o las cebollas después de que se ha quitado toda la mala hierba, ¡aunque te duelen las piernas y la espalda!
Lo que más me gusta de esta experiencia es ver la pasión de las personas que participan a este proyecto y que son como una gran familia. Está claro que no se trata solo de trabajo, sino que detrás hay una conciencia y ganas de hacer algo para promover una forma de producción y de consumo diferente, que sea más responsable, saludable, respetuosa con la naturaleza y que se centre más en las personas….
Mucha gente
pequeña, haciendo pequeñas cosas pueden cambiar el mundo.
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