Sobre decrecimiento y agricultura
La fascinación por el cuento del 
crecimiento económico es tal que Serge Latouche, explica: "consideramos 
positivo cualquier producción y cualquier gasto incluso cuando la 
producción es perjudicial... En materia de desarrollo el precio que hay 
que pagar en el plano social y humano es a menudo enorme". 
La 
agricultura que nos alimenta hoy en día es, lamentable, un buen ejemplo 
de lo que significa priorizar el crecimiento capitalista. Su desarrollo 
ha sobrepasado en términos globales la satisfacción de las necesidades 
de la población mundial (aunque el hambre siga afectando a millones de 
personas) pero sigue imparable, impulsada por la necesidad de generar, 
no alimentos, sino crecimiento económico. Así, en muchos países del Sur 
se ha implantado la agricultura de los agronegocios donde sólo importan 
los volúmenes de producción sin medir las consecuencias: el aumento de 
las zonas de cultivo a base de deforestación, la desaparición de muchos 
puestos de trabajo, una agricultura petrodependiente corresponsable del 
cambio climático, concentración de tierras y rentas, pérdida de 
biodiversidad y más.
Puede ser difícil de aceptar, pero desde el punto de vista ecológico no hay posibilidad alguna de mantener un planeta con recursos finitos basándonos en modelos de crecimiento ilimitado. No existe tierra cultivable suficiente para mantener una agricultura produccionista que alimente a las personas, alimente a la ganadería intensiva, y que -como nos explican ahora- genere la energía del futuro, los biocombustibles. No podemos aceptar más políticas de crecimiento económico sabiendo que esconde la generación de pobreza y compromete la vida de las generaciones futuras.
Puede ser difícil de aceptar, pero desde el punto de vista ecológico no hay posibilidad alguna de mantener un planeta con recursos finitos basándonos en modelos de crecimiento ilimitado. No existe tierra cultivable suficiente para mantener una agricultura produccionista que alimente a las personas, alimente a la ganadería intensiva, y que -como nos explican ahora- genere la energía del futuro, los biocombustibles. No podemos aceptar más políticas de crecimiento económico sabiendo que esconde la generación de pobreza y compromete la vida de las generaciones futuras.
Entonces, aparece la 
propuesta y la necesidad de pensar en el decrecimiento: supeditar el 
mercado a la sociedad, sustituir la competencia por la cooperación, 
acomodar la economía a la economía de la naturaleza y del sustento, para
 poder estar en condiciones de retomar el control de nuestras vidas. La 
ciudadanía del mundo no pierde nada, pierden las corporaciones. El 
decrecimiento nos llevará a vivir mejor con menos: menos comida basura, 
menos estrés, menos pleitesía al consumo. Y también aquí el modelo 
agrícola puede ilustrar bien estas propuestas. Devolver el control de la
 agricultura a los campesinos, que con la complicidad del resto de la 
sociedad, aseguren mediante modelos productivos ecológicos (donde los 
ecosistemas no están al servicio de la economía, sino al revés), consumo
 de temporada y distribución en mercados locales de alimentos sanos. 
Apostar por el decrecimiento es encarrilarse en un nuevo rumbo, donde 
más gente encontrará lugares de vida y trabajo que sin dañar el medio 
ambiente y sin competir y empobrecer otras regiones, puedan asegurar 
alimentos de buena calidad y buenos sabores para nosotros, las 
poblaciones del Sur y las futuras generaciones.
Extracto de un texto de Gustavo Duch Guillot, director de Veterinarios Sin Fronteras.
Extracto de un texto de Gustavo Duch Guillot, director de Veterinarios Sin Fronteras.


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