Cuando un agricultor de la India planta sus cultivos de algodón, hay al
menos un 75% de posibilidades de que las semillas las haya tenido que
comprar a una empresa propiedad de Monsanto. Si un agricultor
latinoamericano rocía insecticida a sus granos de soja transgénica, es
más que probable que los productos químicos se los haya vendido la
empresa farmacéutica alemana Bayer o la estadounidense Dupont. Y cuando
un granjero africano le pone productos químicos a su campo de maíz, es
muy probable que estos productos provengan de la empresa suiza Syngenta.
Con las semillas, los productos químicos, la investigación y el poder de
presión política en manos de un pequeño grupo de empresas súper
poderosas, dicen, los pequeños productores desaparecerían, se reduciría
la competencia y los precios de los alimentos y los insumos agrícolas
aumentarían.
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